Poema inspirado en la representación de Tebanas, de Ay Teatro, en el Festival de Teatro Clásico Castillo de Peñíscola.
Ciudad, guardas tragedia en tu frente,
el necio arrastra la corona ausente;
¡qué ciudad esta, que el legado encierra,
con puentes y castillos que abrazan la tierra!
Viejos dioses dejaron su huella,
y el pueblo cuenta su miseria y su estrella.
¡Olvidan la historia sagrada del suelo,
y alzan preguntas por justicia y duelo!
El malvado que ciñe la corona
despierta en la multitud voz que razona;
prohíben enterrar al cuerpo herido,
como si Tebas hubiera olvidado su nido.
¿Acaso olvidan que alzó dioses y leyendas,
desde el diente de dragón a las siete ofrendas?
Esos dioses marcaron la memoria de la ciudad,
dejaron un manto de satén para su altar.
El hombre miserable no aprendió del pasado,
y la justicia en Tebas aún no ha hablado.
La mujer, infeliz, desafió mil varones
por dar al trono luz y corazones;
y entre luchas santas con hombres impíos,
ofreció su sangre en campos fríos.
El que rompió las leyes de justicia,
feliz corona su vil codicia.
Aquella mujer renunció al amor verdadero
por dar derechos a su hogar entero.
¡Qué fiesta miserable, qué dolor!
Tebas ofrece remedio y honor,
pero el hombre, necio, olvida la raíz
de la tierra viva, la tierra que nutre y dice:
«Si mis muros hablaran, mis puentes también,
contarían la historia de una hermana y su bien.»
Una mujer pequeña que enterró a su hermano,
se arrastró en la noche con dolor insano;
por justicia buscó, sin descanso, sin fin,
frente a la crueldad que se mostró sin fin.
Tebas la recuerda, la tierra la llama,
y Atenea escuchó su grito en la llama;
por su familia, su sangre no se apaga,
¡Tebas levantó reyes y reinas que la amparan!
Es tierra que alimenta, que nunca se olvida,
¡tierra de reyes, de amor y de vida!
"Samy Frangipane" (Soufiane Et Tahery)
