Cuando Benedicto XIII, en 1411, asentó su Sede Pontificia en el castillo, se realizaron obras de restauración y acomodación, incluyendo la transformación del patio de armas templario en jardín papal y la restauración del antiguo claustro templario.
En la actualidad, se trata de un amplio espacio abierto al mar. En las noches calurosas de verano, la brisa marina atenúa las altas temperaturas, y el brillo intenso de la luna ilumina las paredes desnudas de piedra.
Estas mismas paredes desnudas hacen innecesario un telón de fondo, puesto que nos permiten jugar con la iluminación hasta crear sombras con los movimientos de los personajes en escena, creando una mímesis entre el patio de armas y el hecho teatral.
