Conversando con Silvia Zarco: la tragedia, Ifigenia y el teatro
Silvia Zarco es licenciada en Filología Clásica y desempeña su labor pedagógica como profesora de latín y de griego en un pequeño instituto (I.E.S Siberia Extremeña) de Talarrubias. Amante del mundo clásico, desde 2004 dirige el grupo de teatro juvenil Párodos. Este grupo permite a Zarco investigar sobre las capacidades cívicas y pedagógicas que el teatro y los textos clásicos ofrecen.
En esta entrevista hablamos de muchas cosas; pero, sobre todo, del mundo clásico, del papel que ha tenido y tiene históricamente la tragedia, del grupo Párodos y de su pieza Ifigenia, escogida para la XXVIII edición del Festival de Teatro Clásico de Peñíscola. Con esta obra Silvia Zarco nos muestra el “Km 0 de la violencia contra la mujer y las niñas en la literatura occidental”.
Pero antes de lanzarnos a hablar tendidamente sobre el mundo clásico e Ifigenia, la autora nos cuenta el porqué de esa vocación por el mundo grecolatino. Frente a un sistema educativo heredado de la Revolución Industrial que encumbra la inteligencia matemática, bajando en consecuencia la autoestima del alumnado no demasiado ducho en ella, “encontré en las humanidades mi felicidad y autoconfianza, sobre todo en la lengua y cultura griegas, en ese mundo de reflexión, de autocuestionamiento, de autorreflexión para ser mejores, de búsqueda de la libertad y de la belleza que tenían en la antigua Grecia.”
Para Zarco, la tragedia griega nos permite situar un espejo delante de cada uno de nosotros, un “espejo inquietador” cuya función es poner ante el espectador/ciudadano un conflicto para evidenciar el error trágico y así poder conciliarlo. La tragedia, en palabras de la autora, tiene una función cívica, “de reflexión colectiva, de terapia comunitaria, de tragedia política en el sentido de la polis (ciudad-estado), de reflexionar juntos como ciudadanos en torno a un espacio abierto”.
Al plantearse la cuestión de si los textos dramáticos pueden utilizarse como una herramienta para investigar el pasado, esto es, como documento histórico, Silvia Zarco no duda en responder rotundamente que sí. Y evidentemente es ahí donde entra Ifigenia, dirigida por Eva Romero y coproducida por Maribel Mesón y el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.
Con esta obra se pretende viajar hasta el momento exacto en que se entroniza el patriarcado. Ifigenia, hija de Agamenón, jefe del ejército griego, es sacrificada por su propio padre a cambio de la gloria de arrasar Troya; “la guerra de Troya comienza con el sacrificio de Ifigenia, pero termina de la misma manera: con el sacrificio de la joven Polixena. Dos adolescentes, griega y troyana, sendas hijas de las reinas de los bandos en contienda, son el alfa y omega de la mítica guerra”. El sacrificio de Ifigenia es la primera muerte de una mujer por violencia en la historia de la literatura occidental. Respecto a la idea de la tragedia como documento histórico, es interesante cómo la autora comenta que las tragedias griegas sobre la guerra de Troya “documentan el paso de la antigua religión prehelénica femenina a la masculina de los dioses del Olimpo, hecho que condicionará las leyes del derecho griego, derecho que más tarde influirá en el romano y europeo”
Con Ifigenia, Silvia Zarco, Eva Romero y Maribel Mesón pretenden que el espectador reconozca “la hamartía, concepto que los griegos conocían como el error trágico, para así para llegar a la anagnórisis(reconocimiento) como especie violenta y a partir de ahí poder experimentar una catarsis o purificación.”
Por otro lado, no hay que olvidar que Zarco lleva desarrollando desde 2004 una iniciativa teatral juvenil, el grupo Párodos, donde alumnos del I.E.S Siberia Extremeña montan obras clásicas. Al hablar sobre la posibilidad de realizar teatro en un ámbito escolar, la autora nos comenta sobre las capacidades de aprendizaje vital que este ofrece. Gracias al teatro los alumnos aprenden a emocionarse, a reconocerse a sí mismos, a vivir, en definitiva. Como asegura Silvia Zarco, los alumnos “realmente comprenden que en la vida no solo hay que suceder, sino acontecer”.
Finalmente, para cerrar la entrevista, proponemos a Zarco que escoja una obra de arte, sin ningún tipo de restricción temporal, estilística o formal; y que nos diga el porqué de su elección. La autora escoge una figurilla bellísima, esperanzadora, del período neolítico hallada en Sesklo, una kourotrophos que muestra una figura femenina abrazando a un bebé. Para ella, “Ese abrazo simboliza todo lo que como humanista en mi vida yo intento aportar con entusiasmo (…) Un abrazo que alimente al ser humano, en mi caso a través de la educación y del teatro, que lo haga crecer para ser mejor. Un abrazo lleno de entusiasmo en su más puro sentido etimológico de “tener a un dios dentro”, a ese dios que inspira a los artistas para hacer las cosas con pasión”.
Gerardo Dieterlen